"El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia,
si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo"


domingo, febrero 21, 2010

Iniciación

El monasterio estaba desierto. Koki-San, sigilosa, observaba desde la esquina más oscura del patio, esforzando la vista para lograr percibir hasta el más mínimo movimiento.
Sospechaba de la perfecta quietud. Hubiera preferido que algo se moviera, delatando que no estaba sola en ese lugar.
Casi invisible, mimetizada por su pelaje y cobijada por el manto de oscuridad, recorrió analizando cada recoveco del precinto, utilizado sólo para este rito tan importante en la vida de todo estudiante de las artes oscuras del ninjutsu.
Cuando estuvo segura de que podía avanzar sin peligros, imperceptible, reanudó su marcha.
Se mantuvo refugiada entre las sombras cuanto pudo. Las botas de su shinobi gi estaban modificadas. Cubrían completamente sus patas y se les había agregado un suplemento debajo, para amortiguar el sonido de sus cascos y así disimular sus pasos.
Se movió con rapidez, casi como una sombra más en el patio sin iluminar. Solamente el brillo de sus ojos se podía divisar dentro de su capucha, atravesando el monasterio.
Luego de unos pocos trancos se encontró frente a una puerta amplia, de unos 3 metros de altura. Sabía que del otro lado la esperaba su destino. Si superaba la prueba, pasaría a formar parte oficial del clan de espionaje más reconocido del Japón. Para su madre, seguiría siendo una secretaria más, trabajando para un oso negociante reconocido internacionalmente, motivo por el cual se pasaba más tiempo viajando por el mundo que conviviendo con ellos. Pero, para su padre, su mentor y guía, sería ella el motivo de su orgullo. Él había visto su inagotable potencial siendo ella apenas un infante. Él había intervenido ante el concilio para que permitieran que pudiera comenzar su preparación 5 años antes que los estudiantes regulares. Él curó sus primeras heridas , cuando sus reflejos todavía no eran perfectos. Él, ciñendo la faja negra a su cintura, le había dicho fraternalmente antes de comenzar este viaje:
- Confía en lo que fuiste, aprendiendo cada movimiento y cada técnica desde que eras apenas una niña. Confía en lo que sos, la mejor de tu generación; invisible, si no quieres ser descubierta; veloz, si no quieres ser alcanzada; intocable, si tienes que luchar cuerpo a cuerpo. Confía en lo que serás, la ninja más joven y mejor preparada que ha pisado esta tierra de héroes y valientes guerreros.
Es el momento, pensó. Es hora de dar el último paso de aprendiz, para comenzar a caminar como maestro.
En dos saltos alcanzó la cornisa. Con otro impulso, ya caminaba por el límite superior del paredón que servía de frontera entre el patio oscuro y otro patio de mismas dimensiones, apenas iluminado por unas tenues llamas provenientes de unos candeleros amurados a la piedra antigua.
Agazapada, observó.
Silencio, quietud, calma. Era evidente que ahí estaba su oponente, esperándola. Se rumoreaba entre sus compañeras de armas que Muka Nishuri, tal vez, era mejor que ella.
Los dos clanes eran opuestos. Uno trabajaba para el gobierno y el otro representaba la rebelión popular. Pero, seguían compartiendo una tradición que abrazaban desde tiempos inmemoriales, desde la creación de ambos, provenientes de una misma rama, bajo un mismo maestro.
Cada año, los estudiantes preparados se enfrentaban a muerte en este rito inaugural. Los maestros ninjas esperaban con los estandartes y las armas la llegada del discípulo hecho ya maestro. Las hurras y los ruidos provocados por las espadas alertaban al clan rival que su aprendiz no lo había logrado y que ese año serían los otros quienes incrementarían en uno el número de sus integrantes.
Un movimiento. Imperceptible para cualquiera, menos para Koki. Eso le dio ventaja. Muki no imaginaba que ella estaba ahí y Koki ya conocía la ubicación exacta de su rival.
- No es tan buena, después de todo - pensó la cabra y se precipitó para terminar lo que ya había comenzado.

Sólo se escuchó el sonido de los músculos romperse y abrirse para dejar pasar a la espada cuidadosamente afilada. La sangre no comenzó a derramarse hasta que el acero dejó el cuerpo que se estremecía, comprendiendo que todo había terminado. Otro movimiento y la espada brilló al reflejo del fuego que danzaba tétricamente. La espina dorsal no opuso resistencia y la cabeza rodó varios metros sin poder lanzar siquiera un último mugido.

Los maestros comenzaban a impacientarse. Los más sabios y viejos sabían ya el desenlace, solamente no se animaban siquiera a mencionarlo en voz alta.
El ruido de la celebración atravesó el patio casi con la misma velocidad que Koki lo había hecho apenas unos minutos atrás y llegó hasta las lágrimas de un padre que bajó la mirada intentando ocultar su dolor. Sabía lo que esos gritos significaban y ya se relamía pensando en la venganza venidera, la próxima vez que se enfrentarán fuera del contexto de los ritos especiales. Sabría específicamente a quién buscar en medio del trajín de la pelea. El resto del grupo lo rodeó en un abrazo dolido, llorando. Permanecieron varios minutos y dejaron el lugar con el mismo aspecto mortuorio con el que lo encontraron.

Koki estaba en el centro del grupo. Todos celebraban y cantaban vítores alzando sus espadas y lanzas. Por entre un hueco del montón, alcanzó a ver a su padre, erguido y casi sonriente. Sus ojos se cruzaron apenas por un segundo, pero alcanzó para que se dijeran todo lo que había por decir.
- ¡Gracias! - dijo, Koki.
- Gracias - musitó el viejo.


Nota del autor: Nobleza obliga... Agradezco a CM por la idea y acá está lo que salió. Otra nota: El nombre de la cabra, como ya habrán sabido notar, es en realidad de cebra, pero esto ocurrió debido a una mala lectura mía y un acelerado impulso de escritura.

lunes, febrero 15, 2010

Desinspirado

Hace rato que quiero actualizar esto, pero la inspiración anda lejos de mis pagos. O sea, nunca anduvo demasiado cerca, pero esta vez ni siquiera alcanzo a verla desde mi ventana.

Imagino que tiene que ver con etapas, no lo sé. Intento encontrar algún justificativo. Hago paralelismos con las rachas negativas de los goleadores, que pueden estar varias fechas sin convertir y la hinchada los sigue bancando. Pretendo ser algo así como el Bichi Fuertes de la escritura. Claro que para gozar de la simpatía de la popular antes debo haber salvado al equipo varias veces en los minutos finales, hacer goles importantes por la copa de visitante, brillar en un súper clásico… y lo mío hasta ahora apenas vienen siendo goles de cuando vamos ganando 3 – 0.

En realidad, mi problema tiene que ver con una cuestión de “sobre qué”. Es decir, no tengo dramas en escribir, una vez que agarro el teclado lo hago humear, pero el asunto es que tengo dramas en sobre qué escribir. No se me cae una idea ni aunque me cuelguen de las patas.

Hace un tiempo el tema de escritura era bastante claro y redundante. Ahora, gracias a Dios, luego de un proceso de desintoxicación importante, me quedé sin musa. Pero no reprocho de esto, sino más bien lo festejo. Ahora vuelvo a tener todo el aire para respirar y a ver las cosas sin el adoquín en el ojo.

Así que ahora estoy empeñado en conseguir nuevos temas de escritura. Estoy abierto a cualquier posibilidad. Puede ser un par de ojos claros y profundos, algún recuerdo de la infancia o del colegio, la lluvia, la amistad, en fin, cualquier asunto enturbiado para que parezca profundo. Acepto propuestas e ideas.

Estoy atento, con las antenitas de vinil tratando de detectar cualquier presencia oportuna. Pido a los astros del cielo que alumbran el entendimiento de los gauchos que se apiaden de este ente devenido en escritor y le peguen un silbido cuando algún asunto para escribir pase cerca, para que por lo menos pueda correrlo, a ver si puedo alcanzarlo.