"El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia,
si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo"


miércoles, noviembre 09, 2011

Lo que viene, lo que viene.


Lo único que tengo es el presente.

El pasado, todo roto, moretoneado y sangrando por la boca, yace muerto desde hace apenas un instante, o quince años, o treinta, dependiendo de los garrotazos que le di cuando lo tuve.
Pero existe una cosa que no puedo tener, ni pude tener. El futuro.

El muy guacho me mira de reojo y sonriendo, encubierto en el minuto que está por venir. Es la minita que se pasea con jeans ajustados y escote profundo, insinuando, calentándote el bocho, pero que recula ante el primer avance galante. Histérica y rayada.
Pero, precisamente por eso, es que me volvía loco y me obsesionaba. Escapándose de las manos como el agua porque nunca es. Cuando creés que ya lo tenés, que está ahí desnudo para vos, es presente y sin escalas, pasado sangrante.

Viví mucho tiempo pensando solamente en el futuro. Quería conocerlo revelado, sin tapujos. Quería conocer el resultado del partido antes de que se juegue, incluso saber quién hizo los goles. Quería saberlo todo antes de que sea. Quería saber si me iba a besar, si sería eterno, cuando la esperanza pasaría a ser desengaño, si Dr. House al fin se levanta a Trece y cosas así. Quería un spoiler total.

La locura cuando no te mata te hace cometer locuras y yo no fui la excepción. En mi ataque descubridor, comencé a gastar mis recursos en saber más allá de hoy. Empecé a frecuentar gente que se pasaba la vida dedicada a ver el futuro, por todos los medios imaginados.

Conocí un croupier arrepentido que ahora tiraba las cartas y te describía tu porvenir según las figuras que te tocaban en suerte. Algo así como que si te toca el 11 de copas, está todo bien, pero tenés que preocuparte si te sale una sota de bastos. Descarté ese método porque me di cuenta que el destino es muy revirado como para limitarlo a 12 posibilidades, incluso 48, si consideramos el palo. Hasta para 52 chances, si es que nos gusta el póker. Pero por sobre todo, lo descarté debido a la insistente aparición del as de oro en todas las tiradas.

Conocí también un sabio con turbante y bolas de cristal, pero fui sacado a empellones por un tipo musculoso al no poder aguantarme la risa ante la escena teatral.

Conocí a una señorita que, en función de la ubicación del sol, Júpiter, la luna, la hora en que naciste y otros datos por demás asociados, te armaba una carta astral, con la cual podías saber si triunfarías en el amor, en los negocios, saber cuál era tu número de la suerte y tu color con más ondas positivas. Me di cuenta que me verseó porque la señorita que se robó mis ilusiones se cansó de mis remeras rojas y de que me gaste el sueldo jugando el 22 a la cabeza. Eso evidentemente no es ser un ganador en cuestiones sentimentales.

Luego conocí a un vidente de renombre. El tipo entraba en trance, ponía los ojos en blanco, y cuando volvía en sí, te contaba escenas inconexas, afirmaciones que querían decir una cosa u otra, depende la postura, y te pintaba los personajes que aparecerían que serían muy importantes para vos. Es decir, te mostraba un trailer de tu vida. También descarté esta opción porque los avances, en definitiva, siempre están buenos y están hechos para vender el producto pero más de una vez te clavás con una película aburrida.

Conocí numerólogos, adivinadores, brujos y hasta quiroprácticos. Pero ninguna revelación satisfizo mis ansias de conocimiento.

Cansado, abatido, llorando y nostálgico al revés, estaba a punto de rendirme cuando un viejo amigo me aconsejó que vaya a visitar al Oráculo del Litoral. Mi primera reacción fue escéptica. Pero cuando mi amigo me dio más detalles, la curiosidad creció de manera exponencial.

-Mirá, -me dijo- yo tenía un primo que quería saber cómo iba terminar el fato que tenía con la mujer de su jefe… y el Oráculo le dijo que lo iban a pescar con las manos en la masa, por decirlo de alguna manera, y le iban a vaciar el cargador de una 9 milímetros en la cabeza…
-¿Y acertó? -quise saber antes de que terminara de contar.
-No sé… pero el loco renunció al otro día y ahora vive en Rusia.
-Mmmm…
-Eso sí, no es muy convencional el sujeto este. -advirtió mi amigo.
-He conocido cada loco…
-Sí, sí… pero este es especial. Tiene una particularidad al momento de vaticinar predicciones.
No dije nada, pero miré a mi amigo de un modo interrogador.
-Para que el tipo pueda funcionar como oráculo -continuó diciendo- tenés que tocarle la rima.
-¡Pará, pará! ¿Cómo?
-Claro, ¿viste que algunos tipos curan de palabra y otros necesitan, por ejemplo, una foto o algo de la persona en cuestión? -Preguntó sin esperar respuesta- Bueno, este tipo necesita que vos le toqués el culo para poder ver tu futuro. Mi primo me dijo algo así como que vos vendrías a ser una antena de Direct TV y el oráculo el decodificador.
-Tengo que conocerlo. -Dije anonadado. Literalmente.

El Oráculo vivía en la vecina ciudad de Santa Fe. Al día siguiente de la charla con mi amigo, me dirigí a visitarlo, sin hacer una cita ni ponerme en contacto antes con él. Quería, desde el vamos, verificar su credibilidad.
Cuando llegué, el tipo me estaba esperando.

-¿Qué hacés? -Me dijo- ¿Llegaste fácil?

Lo miré con descreimiento. El Oráculo era morocho, pelo corto y puntiagudo. Ojos observadores, como buscando siempre algo no visible. Simpático y medio torpe al hablar. En seguida descubrió que no le creía.

-Puedo decirte “Sr. Ramos” si te parece más correcto.
-¿Cómo sabés quién soy?- Pregunté asombrado.
-¡Vamos! Vivo de esto. -Sonrió por lo bajo mientras hablaba.

Apareció su mujer con dos vasos con Coca fría. El viaje había sido caluroso porque el aire acondicionado del colectivo estaba roto.

-Ahora entiendo por qué este quería dos vasos. -Dijo ella sin saludar siquiera.
-Servite. -El Oráculo habló señalando el vaso extra- El viaje debe haber sido caluroso con el aire roto.
-Veo que hacés bien tu trabajo.
-Es la práctica. Todos los días llega gente como vos buscando respuestas del porvenir en preguntas que todavía no fueron hechas. Si no les demuestro que se las puedo dar antes de que pregunten… ¿para qué preguntar?
-Eso quiere decir que ya sabés para que vine.
-Claro.
-¿Y me vas a contestar?
-Depende de lo que preguntés.
-¿Pero no dijiste que sabías todas las preguntas?
-Claro. Pero depende de vos hacer las preguntas correctas. Las otras no las respondo.
-Pasa que yo quiero saberlo todo.
-No se puede. Reglas del juego.

Me notó pensativo.

-Cada cosa que hacemos ahora, cada elección y cada descarte que realizamos ya, cambia las cosas que pasarán. Venir hasta acá hace que todo lo que era para vos si no hubieras venido ya no será. Yo puedo decirte lo que pasará con tus decisiones y elecciones hasta hoy. El resto, está velado para todos. -Continuó.
-Pero entonces no sirve para nada todo esto.
-¡Cómo que no! -Exclamó ofendido- ¿La profecía es por lo que ocurrirá o las cosas serán porque fueron profetizadas?

No supe qué responder.

-Estás dando muchas vueltas… ¿vas a preguntar o ya no querés saber?
-Quiero saber, pero ahora no sé qué quiero saber.
-Es la gran duda de todos.
-Bueno, pregunto y chau. ¿Qué será…?
-No. -Me cortó bruscamente- Así no funciona. No puedo leer lo que se viene para vos si no estamos conectados. -Mientras hablaba se dio vuelta, se inclinó levemente y se señaló el trasero- Tenés que apoyar tu mano acá. Si no, esto no anda.

Dudé.
-¡Dale! -Me animó- ¡Tocá... tocá!
Lentamente apoyé mi mano. El tipo se estremeció un poco.

-¿Por qué en el culo?- Pregunté.
-¿Esa es tu primera pregunta? Dejate de joder.
-Bueno, bueno… A ver… ¿Voy a ser una persona exitosa?

Hizo una pausa, como buscando la respuesta vaya a saber uno donde.

-Claro. -Respondió- Pero el éxito depende de la perspectiva. Lo que es exitoso para uno, puede que no sea para otro.
Lo miré no muy convencido.
Pensé otra pregunta.

-¿Será que voy a ser una persona feliz?
Esta vez no demoró.
-¡Seguro!
Sonreí tenuemente.
-A veces. -Agregó.

Empecé a inquietarme con las respuestas. Yo buscaba certezas y obtenía más dudas.
Con un tono duro dije:

-Tus respuestas no aclaran el panorama… te dije que lo que yo quiero es saber y no estás ayudando demasiado.

Me contestó cantando.

-“Es la incertidumbre lo que te enamora,
mil besos sin dueño bailan en mi boca,

posibilidades, esperanzas locas,

la duda es la vida, saber es morir.

Ya vienen las certezas amargas de mi suerte,
respuestas de la muerte, vivir es preguntar:

¿Quién es el que decide pasiones y destinos?

¿Quién dibuja el camino de nuestra vida y de nuestro amor?


Lo miré lagrimeando y comprendí. Quedé en silencio un tiempo, pensando, sin sacar la mano de su trasero.

-Yo soy la respuesta a esas preguntas. Yo decido. Yo elijo. Yo dibujo con la mano y luego borro con el codo.
Pero tengo una duda que me inquieta más que ninguna otra y es esa, en realidad, la única respuesta que vine a buscar. -Dije.
-Es verdad. El resto de tus preguntas estaban respondidas antes de que vengas. Creo yo que sólo necesitabas oírlo para terminar de saberlo.
-¿Voy a encontrar al amor de mi vida?- Tomé aire antes de preguntar y quedé expectante.
-¡Claro! -Gritó y lanzó una sonora carcajada.- Es imposible vivir y no encontrarlo. Ese no es el problema. La cuestión es darse cuenta de que es el amor de la vida de uno. Muchas veces lo hallamos, pero pasa de largo. A veces por nuestras distracciones, otras por su despiste. Este último es el peor de los casos, porque no hay nada que podamos hacer nosotros.
-Pero, amigo, -dije un tanto resignado- al final no me estás diciendo nada que yo no sepa.
-Entonces, ¿para qué lo preguntás? -Dijo secamente.

Aparté la mano. Me la froté en el pantalón. No necesitaba preguntar más, ya había obtenido lo que había ido a buscar.

-Tengo que confesarle algo, amigo. -Dijo muy seriamente- No hay nada mágico en mi ciencia. Sólo te ayudé a apoyar tu mano en el trasero de las respuestas con las que ya intimabas. Nadie conoce el porvenir y es, precisamente eso, lo que hace tan maravilloso el asunto. La pasión empañada por la desilusión no sirve para nada, ni siquiera se disfruta. Apostar a lo seguro sólo sirve para ganar y no para aprender. Saber el resultado te evita el sufrimiento. Eso, amigo, no es vivir. Y no es necesario siquiera saber hasta cuando.

Volví de Santa Fe renovado. Ya no busco profecías reveladoras. Ya no invierto en números de la suerte y volví a los pantalones negros que tanto me gustan. Trato de disfrutar el momento y mientras más desprevenido me agarre el porvenir, mejor. Aprendí a vivir ocupado por mañana pero sin preocuparme. Todo “ahora” es mejor que cualquier “después”. Gracias al Oráculo del Litoral, ahora vivo tocándole el culo al futuro mientras disfruto del presente, que como ya dije, es lo único que tengo.