"El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia,
si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo"


miércoles, marzo 21, 2012

Superchica

Parece que fue ayer cuando mi viejo salió de su pieza llevando, en un brazo, a mi mamá, y en el otro, un bolsito que estaba preparado desde hacía unos días.
Con Claudio estábamos mirando Supergirl, alimentando nuestro lado friki desde temprana edad. Era tarde en la noche, no recuerdo bien. Papá le aclaró a mi hermano algunas cosas y antes de irse, mi vieja se despidió con un gran beso para cada uno.

Nos quedamos solos. En silencio. Seguimos mirando la peli, pero pensando en otra cosa. Estoy seguro que debe haber ganado la heroína.

A la mañana siguiente, esto sí recuerdo, mi papá me despertó con la noticia y una gran sonrisa en la cara. Era evidente que estaba feliz.

- ¡Dale, tripilla…! -dijo- Levantate y vamos a conocer a tu hermana…

Salimos de casa al poquito tiempo. De camino, pensaba en la primera vez que supe de ella, aunque en ese entonces era “el bebé”. Con mi hermano habíamos acompañado a mamá al hospital y de regreso pasamos por la obra donde mi papá estaba trabajando. Ahí mismo la vieja le confirmó a papá la sospecha y otra vez todos estuvimos contentos.

Llegamos al hospital sin demora pero una enfermera nos detuvo en seco.
- El chico no puede pasar. -dijo, señalándome.
Mi viejo no discutió demasiado, cosa rara en él. Me explicó que tenía que esperar sentado en un banco sin moverme, que él enseguida regresaría.
No dejé de mirar a mi papá hasta que, junto con mi hermano, entraron en la habitación en donde estaba el resto de mi familia. Yo tenía 8 años. Lloré como el niño que era.
Fue un 21 de marzo, como hoy, pero 25 años atrás, cuando mi papá salió rápidamente de la habitación, se dirigió hasta donde estaba yo sentado, se hincó y me dijo al oído:
- Corré, dale… andá a saludar a tu hermana…
Lo miré y entendí. A la carrera atravesé una puerta, pasé delante del cuarto de las enfermeras pero ni miré siquiera. Seguí corriendo y sin golpear, entré por la misma puerta que hace un rato había abierto papá.

Esa fue la primera vez que la vi. Siempre voy a recordar esos ojos azules, los más lindos del mundo, y esos pirinchos despeinados que hicieron que las ganas de tener un varón como hermano se desintegraran en ese mismo instante.

Juntos, hemos pasado muchas cosas desde ese día. Me ha hecho morir de risa y me ha hecho llorar a cántaros. Me ha hecho sentir demasiado orgulloso y me ha hecho querer patearle el trasero. Pero, que no queden dudas, me ha hecho el hermano más feliz de todos.

Cuando ella nació dejé de ser el menor para ser el hijo del medio, el más problemático, dicen. Cuando ella nació tuvimos que reestructurar la casa para hallarle un lugar. Cuando ella nació tuve que aprender a cambiar pañales sucios. Cuando ella nació tuve que comenzar a jugar con muñecas y a ver la pieza repleta de peluches. Pero, también, cuando ella nació, al fin, fuimos una familia completa.

Hoy es una gran mujer y hermana. Ahora, cuando la miro desde lejos, haciendo sus cosas, entiendo por qué el destino quiso que naciera esa noche, cuando en la tele estrenaban esa película en particular. Todavía tenemos nuestros momentos belicosos, como corresponde, pero no logro imaginarme cómo sería mi vida sin ella.
En el camino he intentado darle siempre lo mejor, como cualquier hermano mayor que se haga respetar. Traté de ensañarle de deporte, de música, de libros, de ideas, de cómics, de series… he intentado hacer su vida mejor y seguiré haciéndolo. Promesa.

Termino con un párrafo sólo para ella. Deseo que Dios te siga usando como hasta ahora, con poder. Deseo que siempre caminés agarrada firmemente de Su mano o, en el peor de los casos, vayas colgada de Sus brazos. Deseo que podamos cada día ser mejores hermanos y mejores hijos y, ni hablar, mejores tíos. Gracias por cambiar mi vida desde el día en que naciste. Gracias… ¡totales!

Gracias por ser la Superchica de mi vida.

¡Feliz cumpleaños!