Obvio, tiene que tener un excelente diálogo,
tiene que haber química entre la pareja, el contexto, la historia, todo eso
suma al momento de inmortalizar amores. Es toda una sucesión de acontecimientos
que fueron gestados con el único fin de obtener el beso deseado, de poder ser
uno con la persona que amás y de saber que no se podrá estar más cerca, jamás.
Pero, gracias TNT, esto no ocurre solamente en
las producciones de Hollywood. Todos tenemos en la vida nuestros momentos melódicos.
Ese segundo donde en nuestra cabeza suena,
soberbia, la orquesta que musicaliza el instante que estamos viviendo. No hace
falta siquiera cerrar los ojos, el sonido quiebra la quietud del momento y
viaja sin demora hasta nuestros corazones, donde se queda para siempre. Puede
ser un beso, un triunfo, una mirada. Cualquier cosa puede ser un disparador para
la banda de sonido de nuestras vidas.
A mis manos llegó navegando en un cascarón de
nuez el diario musical de Ernesto Mendoza. Parece que el tipo era un
obsesionado con registrar estos momentos a modo de obra de teatro, al mejor
estilo Shakespeare. En realidad, no se sabe bien si para él el teatro era la
vida, o la vida era un teatro. No se sabe, tampoco, si él era todos los
personajes o si todos los personajes tenían parte de él. Tampoco se conoce si
la mujer amada era siempre la misma. La única certeza que tienen los textos que
transcribo es la de no tener certeza alguna acerca de las historias que
relatan.
Noche. Salón bailable. Córdoba, Argentina.
El lugar está poco iluminado. Las luces
centellean al ritmo de la música. Están en Córdoba porque es su viaje de
séptimo grado y es tradición visitar esa ciudad.
Ellos se miran de un extremo a otro del lugar.
Todo el año ella estuvo mirándolo desde el otro extremo, notando que mientras
ella pasaba el tiempo mirándolo, él miraba a Roxana, siempre hermosa y
sonriente.
Pero esa noche es distinta. Un rato antes él
se fijó en ella y su mirada, por primera vez, gritaba “te quiero” sin tapujos.
Camina decidida, esquivando pibes que bailan
sin saber que el universo va a detenerse de un momento para otro. Ella camina
sin desviar la mirada en los ojos del pibe, que la espera. Cuando está
cerquita, cuando casi no hay espacio entre ellos, él la toma de la mano y
caminan hasta la pista de baile, siempre sin dejar mirarse, sin cortar esa
conexión que los unirá para siempre.
♫♪ Knock-knock-knockin' on heaven's door!
Knock-knock-knockin' on heaven's door! ♪♫
Knock-knock-knockin' on heaven's door! ♪♫
Él: Estás hermosa…
Ella: Callate y dame un beso.
♫♪ Yeah! ♪♫
♫♪ Tengo
una mala noticia
no fue
de casualidad
yo quería
que nos pasara... y tú, y tú
lo
dejaste pasar. ♪♫
Noche. Interior de un auto estacionado en una
calle cualquiera.
Ella sabe que no debería estar donde está.
Sabía que esto podía pasar, y sin embargo, ahí está.
Él conoció el amor a través de sus ojos. Ella
siempre pensó que no lo amaba, que le era indiferente, que lo que sentía por su
novio era mucho más fuerte. Y sin embargo, ahí está.
Sabe que corre riesgos, pero piensa que
puede dominar la situación. La batalla interna es la más grande que alguna vez
tuvo que confrontar. Sabe que está mal. Que no debe. Y sin embargo, ahí está.
Ella decide que no puede pasar, pero él la
besa. Y sabe que se arrepentirá, pero sin embargo, ahí está. Y ella también lo
besa. Y se dan ese primer beso que será eterno. Y que será único. Y se da
cuenta que por eso está ahí.
Ella: Te voy a decir dos cosas…
Se acomoda la voz y hace una pausa, eligiendo
con cuidado las palabras que quiere pronunciar.
Ella: Yo tengo novio… y lo quiero.
Él aleja su rostro, pero sigue mirándola,
perdido en los ojos que ama.
Ella: Segundo…
Esta vez no encuentra las palabras.
Ella: Segundo… me muero de ganas de besarte.
Se mirara sin temores y se besan sin
pudores.
♫♪ Nada,
nada de esto,
nada de
esto fue un error. ♪♫
Banco de una plaza. Debe ser cerca de una
terminal de ómnibus porque continuamente están pasando coches de pasajeros por
la calle y el ruido no los deja hablar con tranquilidad.
Ella: Yo no sé… no estaba segura de venir.
Él: A mí me pasaba algo parecido… o sea… somos
primos…
Ella lo interrumpe, sin dejarlo terminar la
afirmación formulada.
Ella: ¡No! Primos segundos… que llegado el
caso, no es lo mismo. Ni siquiera tenemos el mismo apellido.
Él duda.
Él: Puede ser, pero ese es un tecnicismo que
nuestras familias no van a entender.
Ella: Seguro que no… pero algo tiene que
costarnos esto que nos pasa.
Ella lo mira con sus ojos claros, profundos. El
cielo de la tarde se refleja en su mirada y la belleza de los ángeles en su
rostro.
El corre su cabello rojo con una mano y lo
acomoda detrás del rostro perfecto.
♫♪ El
poder que tenés sobre mí
ya me
aleja de la oscuridad
y no
hay nada en el mundo
que nos
pueda hacer mal. ♪♫
Noche. Frente de una casa. Despedida.
Ellos están tristes porque saben que el amor
prohibido es precisamente eso. Prohibido. Se aman en silencio pero ni siquiera
se permiten hablar del tema. ¿Para qué? No es necesario, se entienden con la
mirada.
Ella juega con las llaves del auto. Él la
observa por completo, incluso hasta su alma.
Se dan un abrazo para despedirse.
Primero es de cortesía, pero cuando sus
cuerpos se rozan, cuando el calor de uno es parte del otro, cuando la distancia
es mínima pero la proximidad es gigante, no resisten, no pueden luchar más
contra el deseo. Saben que esa chance no se les volverá a presentar. A ella la
esperan en su casa y él no puede seguirla. Están juntos. Es acá, es ahora. Puede
que nunca haya un después.
Se abrazan tiernamente, con firmeza.
Es un abrazo de separación, triste. Es un
abrazo que dice te amo, pero precisamente por eso te dejo ir, pero te aprieto
fuerte para que sientas cuánto quisiera no soltarte nunca más. Es un abrazo que
habla. Y llora.
♫♪ I see
the best of me inside your eyes.
You
make me smile. ♪♫
Noche. Interior de una habitación.
Las sillas están amontonadas junto con la mesa
en un rincón. Colchones el en piso. Dos personas yacen durmiendo a su lado,
pero él da vueltas en su improvisada cama. Escucha los pasos de su amiga, esa
amiga que siempre ha sido esquiva para él. Es su amiga, pero también es más que
eso. Han imaginado eternamente con la posibilidad de poder estar juntos. Se quieren,
no saben cuánto siquiera.
Él no sabe si escribirle un sms diciendo lo
que está pensando. Duda. Es su amiga. Pero también es algo más.
Los pasos se sienten cerca. Con sigilo, ella
entra en la habitación.
Ella: Perdón… me olvidé el celular.
Se dirige hasta la silla donde quedó olvidado
el dispositivo móvil. Lo levanta con cuidado y vuelve a salir.
Está vestida ya para dormir. Un pijama corto,
que deja ver sus piernas. La remera marca todas sus curvas.
Es demasiado para él. Agarra su celular con
presura y escribe.
SMS Él: Muero de ganas por subir…
Impaciente, espera la respuesta. No deja de
mirar el aparato que sostiene con su mano derecha. Al poco tiempo, la batería
hace vibrar el aparato y lee.
SMS Ella: Vení.
♫♪ Amiga
mía, princesa de un cuento infinito.
Amiga
mía, tan sólo pretendo que cuentes conmigo. ♪♫
Estos son algunos de los relatos extraídos del
diario de Ernesto Mendoza. Hay muchos más, que debido al espacio del blog y de
la paciencia de los lectores, hemos dejado fuera de esta primera selección.
Sin embargo, los textos de Mendoza hacen que
divague por avenidas poco iluminadas y me apresure a sacar alguna que otra
conclusión.
Los momentos musicalizados son efímeros. Prácticamente
muertos antes de nacer. Sólo permanecen en nuestros recuerdos y en los de nadie
más. Eso era de esperarse, ya que somos los únicos que sentimos la banda de
sonido en el instante mágico. Pero la historia sigue. Algunas veces comienza a
sonar nuevamente la música que nos acerca al amor pero otras veces la melodía se
vuelve triste, solitaria, hasta fatal, en los peores casos. Y ahí estamos
nosotros, abrazando memorias, olvidando guiones, imaginando finales
alternativos.
Pero esto no es del todo malo. Para nada. Es fundamental
comprender que la vida es un compilado de momentos musicales. Vamos saltando de
una escena a la otra. Esperando la música estruendosa que indica el final de
nuestra película, no porque hayamos muerto, sino porque recién estamos
comenzando a vivir.