"El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia,
si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo"


jueves, julio 01, 2010

Con la frente marchita

Siempre estoy volviendo a mi San Nicolás natal. Me gusta pensar que, de alguna manera, nunca me fui. Pero eso no es verdad.
Recuerdo el día en que lo comprendí.
Llegué a mi barrio después de varios años. Iba recordando esquinas, veredas y personas muy familiares durante todo el trayecto que une la casa de mi tía con la vieja casilla interna revestida con recuerdos donde viví de pibe. Pero al llegar, cuando me paré en la vereda, comprendí que, aunque estuviera ahí, no había regresado a donde yo quería.
Alguna fuerza moderna había cambiado la carbonilla de las calles por un vulgar asfalto. El tapialito y la reja negra habían mutado a una pared amarilla, con dos frías ventanas regulares. La puerta del pasillo que comunicaba directo con mi casa, en la cual me paraba poniendo mis pies entre reja y reja y viajaba aferrado mientras formaba el arco que modificaba su estado de abierta a cerrada y viceversa (más de una vez me comí un reto por eso), había sido reemplazada por un portón para autos, con un recorrido mucho más grande, pero también más triste.
Hice dos pasos para atrás, para poder contemplar el paisaje desolador por completo.
Quise llorar.
Pero no fue la calle, ni la nueva pared, tampoco la falta de mi puertita lo que realmente me sopapeó.
Alguna perversa entidad, sin corazón ni sentimientos, taló mi árbol. Arrancó de raíz mi infancia.
Mi árbol no era un árbol común, para nada. No era un simple fresno de mediano tamaño. Era, en realidad, algunas veces una nave espacial y otras tantas el cubil secreto del superhéroe que supe ser de niño. Tenía dos ramas paralelas lo suficientemente distanciadas como para ser el asiento del capitán ó el mullido sillón desde donde se dirigían todas las operaciones para salvar al mundo.
Las veces anteriores, cuando regresaba, el fresno se erguía como símbolo de mi niñez, un emblema de mi crecimiento progresivo. La rama que primero era inalcanzable, ahora la tocaba con la cabeza. El robusto tronco gigantesco, ahora lo abrazaba sólo con un brazo.
Pero esta vez, alguien, algo, o vaya a saber uno qué, había tenido la cobardía de extirparlo mientras yo no estaba ahí para defenderlo.
Su ausencia fue el cachetazo que me hizo percatar de que ese ya no era mi lugar. Ya no era el sitio que amé, pese a tener las mismas coordenadas geográficas.

Fue ahí, parado en esa vereda de baldosas húmedas, donde comprendí que no existía el regreso para mí. Fue en ese lugar conocido, donde entendí que nunca más podría usar el guardapolvo impecable los lunes y grisáceo los viernes, que ningún otro beso sabría como el primero, que nunca más iba a dar la piedra y salvarme y mucho menos poder salvar a todos mis compañeros.
El tiempo avanza a velocidad constante, pero sin detenerse nunca. Las cosas cambian y las personas mucho más. Por eso, por más que lleguemos exactamente al mismo lugar, nunca habremos regresado verdaderamente.

La persona que incrédula miraba lo que supo ser su infancia, no era la misma que se fue a Entre Ríos pila de años atrás. Ahora cargaba decepciones, ilusiones, estudios, ratas, picados barriales y relaciones con otras personas, tenía plata en el bolsillo y mis planes de vida impecables. Era Pablo, pero otro Pablo. Volví, pero nunca regresé.

Ahora, que me miro al espejo y me veo más gordo y empezando a calvear, ya tengo asumido esto de no buscar la felicidad hacia atrás y que la cosa no tiene tanto que ver con el destino, sino más bien con cómo nos la rebuscamos durante el camino. Ya no intento llegar a donde fui feliz, sino más bien encontrar otros lugares donde poder serlo. A cada minuto. Porque no soy el mismo con cada segundo que pasa. Porque la panza crece y ya no llego a las pelotas en los ángulos. Porque las personas que nos rodean y amamos están con nosotros ahora, pero no sé si estarán después.
Ahora que releo esta entrada, ya no me gusta como al principio. Eso quiere decir que el que la termina de escribir no es el mismo que la comenzó. Dejo un abrazo grande para todos los que pasan por este post, pero no sé de parte de quién… imagino que de parte del que termina… aunque podría ser del que la inició… O de ambos, todo esto es muy complicado. Tal vez yo mismo, pero dentro de una puñado de años, lea este texto que tuvo la sana intensión de ser explicativo, y por fin alcance a comprender lo que hoy quise decir… o quiso decir el que supe ser cuando todavía no había escrito esto.


En el fresno, con mi hermano, en una de las tantas vueltas sin regresar.

13 comentarios:

  1. Muy buen escritoo! Muy profundo y verdadero!
    Excelente la foto! Un beso!! Muy lindo todo!!
    Éxitos!! :D

    ResponderEliminar
  2. Que lindos recuerdos en ese árbol. Muchas veces defendí a mi hermanito en esa nave para que los malos no nos hagan daño y ahora lo veo todo un capitán. Se me pianta un lagrimón al recordar esos tiempos.

    ResponderEliminar
  3. Que cosas tan lindas pueden salir de un corazón.. predispuesto a expresarse... como el tuyo.
    Extrañaba leer algo de mi escritor favorito.. :D

    ResponderEliminar
  4. Hey Pablín!! La verdad es q me sentí identificada en muchos aspectos con lo q escribiste... Y, para variar, me cayeron algunas lágrimas, je. Eso de volver y no ser el mismo es algo a lo q me enfrentaré cada vez q vuelva para mis pagos, y q me atemoriza un poco ya q no sé cómo será la q volverá... Y además, los q se quedan también cambian, así q vaya uno a saber cómo serán los q me reciban... no?
    Bueno, me he ido x las ramas un poco, pero sólo quería decirte q me ha gustado mucho lo q escribiste... Seguí así...
    Besote! Glen

    ResponderEliminar
  5. no vale!!!
    - yo tenía MI árbol primero!!! y
    - era MI nave espacial!!! claro que
    - no sabría buscarlo en google map y por ende
    - ni encotrar en qué barrio quedó...
    - no tengo fotis...
    - no se si existe...
    - no nada...
    creo que mi infancia no terminó :P


    ahhhh!!! muuuuuuuuyyy bueno.. me hiciste traer a mi mente muy lindos y tiernos recuerdos de mi primera infancia.

    Lily del Indio

    ResponderEliminar
  6. Que hermoso lo que escribistee... :)
    Y bueeh... yo también me sentí así, cuando al pasar hace unos meses por mi antiguo hogar descubrí que talaron el pomelo que estaba frente a mi casa.. ¬¬ que mal me sentí... u.u
    Y con tiempo te das cuenta que todo cambia, no sólo los lugares... las personas también... lo importante es conservar esos recuerdos lindos vividos en ese lugar, es algo que nunca nadie va a poder quitartee... :)

    Me encantó... al fin publicaste algo más.. xD
    Te quiero mucho Pablo... un beso grandee!! :)

    ResponderEliminar
  7. Groso pablito, sabes que contas en palabras parte de vida de cada uno de nuestra epoca. Creo que estamos vivos al tener esos recuerdos y saber que muchas veces volvemos sin regresar ...

    ResponderEliminar
  8. Maestro: sólo otro nicoleño como yo puede entender lo que decís y tratar de explicarlo sería tan inútil como intentar explicar esas cosas que se sienten y que forman nuestra vida.
    Vuelvo aquí lo que siempre digo y me pregunto: ¿qué son los recuerdos? ¿algo que tenemos o algo que no tenemos?
    Abrazo....!!!!

    ResponderEliminar
  9. oiee escribes supeer ! me hiciste recordar cuando volvi a mi casa de Santiago y me bajonie al saber qe no era la misma de antes qe no era lo qe esperaba encontrarme lo qe pensaba qe seguiria ahi ahora ya no estaba (también me cortaron un arbol qe taba en mi casa ..aunqe no era tan grande como el tuyo)....y las personas con las qe creciste ya no estaban o simplemente ya no eran las mismas de antes .....son recuerdos qe nadie va a poder arrancar de nuestras mentes qe con un solo cerrar y abrir de ojos podemos volver aqellos años qe nos hicieron tan felices =)

    ResponderEliminar
  10. Querido Capitán: Qué duro es crecer!
    Lo bueno es que tenés esos recuerdos, o mejor dicho, que los recuerdos te tienen.
    Me arrepiento de no haber hecho algo en SAn Nicolás, de haber demostrado cierto respeto. (Después te cuento).
    Abrazo desenfocado por un lagrimón que se pianta por el win izquierdo, disimuladamente.

    ResponderEliminar
  11. Querido Capitán: leo tu entrada, tarde pero seguro, y me doy cuenta de que no mostré tanto respeto en San Nicolás. Hay algo que se me ocurrió hacer pero no hice. Una demostración de respeto, si se quiere. (Después te cuento).
    Supongo que entiendo por haber vivido algo parecido.
    Por eso, hoy mi abrazo es desenfocado por un lagrimón piantado por el win izquierdo, disimuladamente.

    ResponderEliminar