"El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia,
si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo"


jueves, noviembre 14, 2013

Desorden


Todo el universo se mueve bajo un perfecto orden establecido. Es un reloj suizo avanzando con precisión milimétrica en cada tic tac. La física rige los fenómenos que se suceden cotidianamente y ninguno logra escaparse de las leyes impuestas. Los planetas persiguen obedientes las órbitas fijadas desde siempre. Los seres vivos nacen, crecen, se reproducen y mueren, dóciles en esta secuencia inalterable. El agua transita por su ciclo permanente, los cometas no desvían su rumbo, la luna yira todas las noches y el sol contempla los rostros de la Tierra cada día. Incluso el caos está regulado. Las fuerzas del cosmos complotan contra cualquier evento que consigue salirse de los límites del control natural.

Sin embargo, un día y sólo una vez, sucede una anomalía que escapa a las supervisiones celestes y entonces nace la magia. Pero la verdadera, la que no se puede explicar con alambres invisibles y cajas de doble fondo. Esa magia que algunos llaman amor.

Puede suceder también, que justo ese descalibre de la realidad te alcanza a vos, que transitás esta vida sin mucho despabile. Puede que sea por el destino que se divierte,  o tal vez sea por casualidad o, simplemente,  por capricho, que las cosas no ocurren como deberían ocurrir.

La mina estaba tan buena que se partía sola. Era morocha y alta, con el cabello ondulado resaltando sus ojos verdes y grandes, como aceitunas fastuosas. Llevaba un escote que encuadraba el bamboleo resultante de cada paso que daba. Completaba el marco infernal una pollera negra que resaltaba sus montañas voluptuosas.

Nuestros caminos se cruzaron a mitad de cuadra entre Ezpeleta y Candiotti. La morocha me miró fijo a los ojos y yo tuve que levantar la vista cuando me percaté  que ella lo estaba haciendo. Fue en ese coincidir que vi la oportunidad del desajuste que tanto había estado buscando. Sabía que lo necesitaba para seguir. Lo había perseguido  desesperado en cada esquina, detrás de cada puerta cerrada, en cada una de las miradas frías y crueles de todos los ojos bellos.

–Disculpame –dijo y yo sentí un coro angelical cantar –. Estoy un poco perdida… ¿Sabés dónde queda la calle Piedrabuena?

Lo bueno es que sabía. Le indiqué el camino intentado estirar el momento. Una vez ubicada la calle, le pregunté:
–¿Buscás un negocio o algo en especial?
–Sí, el estudio contable Molina Dans –siguió cantando el coro.
–Sí, conozco… es derecho por acá –señalé con la mano– dos cuadras, hasta Piedrabuena. Doblás la derecha media cuadra y ahí lo vas a ver… tiene un cartel, a mano derecha.
Conocía muy bien el lugar.
–Pero apenas son las ocho y media… y recién a las nueve empiezan a atender.
Me miró confundida.
–Te aviso –seguí con mi labia– porque esa no es una linda zona como para estar esperando en la calle.
Entendió lo que le decía e hizo un gesto con la cara. Fue ahí cuando me lancé a desequilibrar el universo.
–Mirá –respiré hondo– de camino para el estudio hay un café… Digo, antes de esperar en la calle… ¿qué te parece?
La morocha sintió el impacto. Pestañeó un poco más rápido que lo habitual y se tomó su tiempo para responder. Su cabeza procesó toda la situación a mil por hora. Evaluó las diferencias, las necesidades y las consecuencias de sus próximas palabras.
–Ok –dijo y rubricó una sonrisa cómplice con sus ojos pícaros–. Dale, vamos… pero sólo un café –intentó minimizar la situación.

Pude escuchar los golpes de mi corazón rebotando contra mi pecho, intentado escaparse. Hice una pausa antes de responder.
–No, no… No me entendiste –escuché los aplausos de todos los rechazados del universo. La balanza de la justicia golpeó ruidosamente y se desacomodaron los contrapesos debido al estrepitoso desbalance–. Yo me estoy yendo a trabajar, no tengo tiempo para tomar un café con vos. Te decía para que sepas donde hay un lugar donde podés esperar un rato, nada más.

De inmediato, los guardianes del orden iniciaron el protocolo adecuado y aunque intenté resistirme con una sonrisa socarrona,  la equidad se estableció al instante. ¿Dónde se ha visto que el árbol mee al perro o que el bife corte al cuchillo? Los rebeldes siempre han sido inadmisibles.
La expresión en los ojos de la morocha se transformó. Me miró de arriba hacia abajo, luego a la inversa y ni siquiera se dignó a responder.
Giró con despecho la cabeza sacudiendo sus bucles. Se alejó con elegantes zancadas dejándome solo, pero sabiéndome vencedor.
Después de unos cuantos pasos, desde una obra en construcción alguien le gritó:
–¿Dónde lo vas a tirar que lo revoleás  tanto?

La mina siguió su camino como si no hubiese escuchado y desapareció doblando en la esquina, inmutable,  ostentando su escote y trayendo  orden al universo descolocado.  


3 comentarios:

  1. Que bueno que alguien se anime a alterar el "orden lógico" del universo, de ves en cuando hace falta.

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  2. Muy lindo che! A veces algo se Desordena....para que todo lo demas se ORdene! Lindas palabras. PEdro

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  3. y le dijo NO??!!!! qué rebote!!!
    ajajaja!!!
    Ly

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