–Contigo pan y cebolla, decías –bufó, con el rímel intacto,
a su esposo que yacía inerte en el cajón con un agujero de bala en la sien–
¡Desgraciado! Esperáme no más… ya vas a ver. No te vas a librar de mí ni en el
infierno en que debés estar quemándote el culo. ¡Guampudo!
LA MALDICIÓN DE LA ROSA AZUL
Hace 3 años
Cuak!!
ResponderEliminarLy
No me quedó claro... podes volver a leerlo?
ResponderEliminarMe encantó, sabes? Muy bueno, abrazo!