"El hombre justo no es aquel que no comete ninguna injusticia,
si no el que pudiendo ser injusto no quiere serlo"


jueves, diciembre 27, 2012

Estrategias


“Se ha dicho que los hombres hacen todo lo que hacen con el único fin de enamorar mujeres”. Con esta tajante afirmación comienza la opereta Criolla “Lo que me costó el amor de Laura”, de Alejandro Dolina (digo esto, obvio, con el sombrero en la mano). Primero, protesté por la universalidad del inciso, pero meditando un poco en el asunto, noté que el célebre escritor de Baigorrita no está para nada errado.

Tal vez es necesario aclarar, y volviendo a citar al gran Alejandro, que cuando decimos hombres nos referimos a Los Hombres Sensibles. Esa raza de atorrantes que anda por la vida embarcándose en empresas como el amor eterno, la amistad lisa y llana, el perdón sin rencor, ganar a la payana y en el fútbol de los jueves, encontrar a la primera novia del barrio y toda esa clase de aventuras imposibles. Esos tipos que están dispuestos a morir por esos ojos negros que acarician al mirar porque saben que la vida vale menos que el amor. Esos hombres sí, no caben dudas, hacemos todo lo que hacemos con el único fin de enamorar mujeres.

Algunos han llevado esta premisa al extremo y se han perfeccionado en el arte del levante, pero no sin antes haber vivido algunos desencuentros monumentales. Hay técnicas, estrategias, imposturas, estudios y teorías para convertirse uno en un ser experto del cortejo. Sin embargo, es solamente a través del ensayo y el error que se puede conseguir. Es primordial, además, saber que esta profesión no tiene un tope y que se puede seguir perfeccionado el método de caza tanto con el cervatillo que escapó corriendo por la pradera como con cada una de las presas desolladas.
 
Para fundamentar  esto que estoy diciendo, realicé una especie de entrevistas con varios de los Hombres Sensibles que pueblan mis veredas. Como era de esperarse, las estrategias utilizadas fueron infinitas, desde clásicas pero efectivas hasta las creativas y quijotescas.

– La que mejor funciona –dijo uno– es hacerse el amigo. Ojo, es la más arriesgada también, porque en donde se la crea, ¡fuiste!
– Pero… ¿esto qué implica? ¿Ir de compras con ella y ayudarle con el estudio? –pregunté, haciéndome el gil, como si yo nunca hubiese usado esta técnica ancestral.
– Algo así… pero no. Va más allá… Tenés que estar con ella en todo lo que puedas estar. Atento, para que no se te escape la oportunidad de saltarle a la yugular.  Atento al entorno, a su estado de ánimo, a todo.
– Esto sirve sólo cuando la minita tiene novio –intervino otro–, porque te da la chance de estar cerca de ella y de ir, sutilmente, llenándole la cabeza. Además, cuando el novio se mande alguna, uno tiene que ser el primero en estar ahí, para ella… –concluyó esta frase con un tono macabro, con un brillo demoníaco en sus ojos.
– A mí la que me funcionó una vez fue hacerme el trolo –sentenció un tercero, pero de inmediato fue refutado por todos los demás, diciéndole que eso sólo pasaba en las películas de Adrián Suar y que, además, hay puertas que si se cruzan, después no pueden cerrarse.
Ustedes piensen lo que quieran –continuó diciendo, entrecerrando los ojos y recordando– pero yo nunca me voy a olvidar del empeño que ella puso para convencerme de que era mucho mejor estar con una chica.

Entonces copó la banca el más mentado en cuestiones galantes. Yo conozco bien sus andanzas y sé que habla desde la experiencia. Su palabra, en estos asuntos, es palabra santa.

– Todas las estrategias son buenas y válidas. Lo importante es el tiempo previo, el que dedicás a evaluar la situación y a decidir cuál de todas vas a usar.
Todos quedamos escuchando, expectantes. Uno de los pibes prestaba tanta atención que se había olvidado de cerrar su boca, observando, con asombro.  El experto prosiguió con su exposición.

– Las más fáciles de conquistar son las inseguras, que no saben muy bien qué quieren o cómo lo quieren. A esas, con un poco de labia, palo y a la bolsa.
Están también las caras. Esas son las que tienen independencia económica. Tenés que demostrarles que podés mantenerlas aunque tengas que reventar tu presupuesto. Esta impostura es para un tiempo corto de conquista. Al menos en mi caso, que nunca tuve la guita suficiente como para comedores, regalos, salidas, y lo que sea, de lujo. Hacerse el rico no es para cualquiera. Hay que saber cuándo presumir, donde presumir y tener la suficiente cancha como para que cuando ella tenga que garpar no parezca que es porque no tenés, sino que es porque ella es independiente.
A las pendejas, tenés que entrarles como el más winner del barrio. No hay niña que se resista al ganador. Se hacen pis encima.
– Cuánta sabiduría junta –dijo el de la boca abierta.
– De pibe –dijo el que había usado la estrategia de hacerse el amigo– me acuerdo de haberle hecho la pasadita a una.
– ¿La pasadita? –preguntaron los más inexpertos.
– Claro… pasar por la casa de la piba que te gusta. Conocer sus horarios, esperar para verla salir a hacer mandados. Yo pasaba una vez caminando, al rato en la bici y así. De las veinte veces que iba, diecinueve eran al pedo, pero con una vez, alcanzaba para juntar valor para veinte veces más.
Me hice socio del mismo club al que iba ella, la perseguía por todos lados, incluso un tiempo la ignoré a propósito y provocaba encuentros casuales –mientras decía esta palabra hacía con los dedos como si estuviera poniendo comillas–. Realmente estaba loco por ella.
– ¿Y alguna vez le hablaste?
– Nahhh… nunca me animé. No importó, en esa época sólo con verla me alcanzaba. Bueno, todavía más de una vez me alcanza sólo con eso– reflexionó.

Todos hicimos silencio unos segundos mientras nos acordábamos de esa señorita que solamente pudimos contemplar de lejos, que a la distancia se adueñó de nuestros más hondos suspiros.

– Una vez ­–dijo el maestro sacándonos de nuestro letargo– quise salir con una piba a la que le gustaban los deportes extremos. No se imaginan lo que fue eso. Íbamos en su moto a todos lados, a dos mil por hora. Yo soy re cagón para esas cosas. La muy guacha se mataba de risa de mis miedos, pero yo estaba enamorado. No estaba dispuesto a dejarla escapar.
¿Sabés qué pasó? –preguntó.
– ¿Qué? – respondimos todos al unísono.
Una tarde me invitó a hacer Bungee Jumping.
– ¡No te puedo creer! ¿Y qué hiciste?
– ¡Y fui! ¿Qué iba a hacer? No podía recular en eso también.
Fuimos en su moto a los pedos y yo ya llegué cagado hasta las patas. Ella se saludaba con todos, evidentemente estaba en su salsa y no era la primera vez que iba a ese lugar. Yo quise copar la parada y hacerme el superado, pero no me salió. Todos se dieron cuenta que yo era un neófito en el asunto y no dejaron pasar ni una oportunidad para matarse de risa.
– “Este salto es uno de los más chicos… es para principiantes como vos”, me dijo y me guiñó un ojo.
Ese gesto me dio coraje y encaré para donde estaba el flaco que te colocaba el arnés. Me lo puse rápido, pero le pedí al pibe que se asegurara de que todo estaba tan firme como debía estar. Ella me tomó de la mano y me llevó hasta el lugar del salto.
Yo me repetía “no mirés para abajo, no mirés para abajo” y, ¿qué hice? Miré para abajo. No sé cuántos metros habrá habido… pero parecía como si fueran veinte mil cuadras.
La miré a los ojos… sonreí. Miré a todos a la cara, respiré hondo, tomé coraje y… obviamente, me bajé y no salté ni mierda.
– ¡No te puedo creer! ¿Y qué hiciste?
– ¿Y qué voy a hacer? Reconocí el cagazo y me fui con mi chica, que se ocupó de restaurar mi amor propio.
­– ¡Qué capo! –dijo el mismo de hoy, que todavía seguía con la boca semiabierta.
– Ese es el secreto. Saber sacarle provecho a cada situación desfavorable. No hay plan que valga para eso… es talento puro –dijo y casi no entraba en su remera.

– A mí la que me funcionó más de una vez es hacerme amigo de la amiga de la piba que me gustaba –dijo uno que había permanecido callado hasta el momento. Es la mejor estrategia para acechar de cerca, y si sos sutil, casi sin levantar sospechas. Suma puntos como loco.
– Es verdad. Uno no se apelotudiza tanto con la amiga como con la chica que te gusta –aporté desde la experiencia.
– ¡Exacto! –dijo el que había tirado la idea– Pero ojo, igual tenés que boludear con la minita que te querés levantar, porque sino va a pensar que tenés onda con la amiga y ahí sí que fuiste. Pero tenés que boludear lo justo y necesario, si te pasás de mambo vas a quedar como un boludo y no es la idea. Lo digo porque me pasó.
– ¿Te la levantaste?
– No, quedé como un boludo.
La carcajada general fue bastante sonora.

– Una táctica que es casi infalible –dijo el Sensei del asunto– es hacerse el lastimado por el amor de su vida. Quiero decir, hay que ser sensible y siempre suspirando como si te acordaras de algo con cada boludez que ves, hacés o decís. Es jodida de implementar… pero si sale, todas intentarán curar tu corazón sangrante.

La charla se extendió casi por toda la noche. De a uno fueron contado sus historias, sus métodos usados, unos más efectivos que otros, pero, en definitiva, noté que cada paso que daban cuando estaban enamorados tenía que ver con la manera de conseguir ser correspondidos. Cuando esta raza de hombres se enamora, todo tiene que ver con el amor. Todo.

Yo recuerdo una de las primeras veces que me enamoré. Ella era hermosa, de ojos tiernos y cabello lacio. La conocí una noche en una cena de fin de año de la oficina. Quedé flechado 0.005 segundos después de ver su rostro por primera vez.
Inmediatamente puse sobre la mesa todos los conocimientos, técnicas y tácticas aprendidas para conquistarla.

Hablé con ella, conseguí su Facebook, empecé a visitar más seguido su sector, la esperaba en los pasillos para forzar encuentros casuales y usé todas las artimañas que conocía para poder invitarla a salir, pero nunca se daba la oportunidad. 11 meses, 22 días y 6 horas arrastrándome detrás de ella, hasta que al fin la chance se presentó, como un prodigio del destino.

Entró en mi oficina, sonriente como siempre. Mi corazón golpeaba contra los botones de mi camisa. Mostrando una invitación me dijo:
– Imagino que vas a ir a la cena de despedida…
Asistí con la cabeza, no porque fuera parco de palabras, sino porque no fui capaz de hilar una oración coherente.
– Mirá que esta vez los jefes se jugaron –abrió muy grande sus ojos y yo sentí el Aleluya de Händel como banda de sonido en mi cabeza–. Van a sortear una cena para dos personas en Baxada (restaurant muy caro de la ciudad).
– ¿En serio? –interrogué incrédulo– ¿Qué santo estará de guardia?
– Sí, la verdad… no sé qué bicho les habrá picado. Pero hay que estar sí o sí para poder participar del sorteo…
– Pero yo si compro un circo, me crecen los enanos. Tengo menos suerte, mirá…
– Esta vez vas a ganar, vas a ver… Yo te digo que vayas y yo te voy a dar buena suerte.

Dejó la invitación formal sobre la mesa, dio media vuelta casi como flotando y su cabello acompañó el movimiento, sonrió y emprendió el regreso.

Esa era mi oportunidad. Tenía que aplicar la estrategia de winner, sobrando la situación y juntando coraje y confianza de los lugares más recónditos de mi cuerpo, le dije:
– Si gano, vos tenés que venir conmigo.

Se dio vuelta y me miró con sus ojos grandes. Sostuve la mirada en la oscuridad de sus ojos y ella notó que la cosa era en serio.
– Si tenés algún compromiso, yo entiendo….
– No, no… –interrumpió. Pensó un rato y contestó– Bueno… dale… si ganás, nos vamos juntos a cenar –dijo y salió sonriente de la oficina.

Canté truco con una sota. Ahora tenía que ponerme en campaña para ganar esa cena. Averigüé quién sería el encargado de hacer el sorteo y la investigación no fue esperanzadora. Era una piba del sector más alejado al mío. Entonces centré mis averiguaciones en la metodología que emplearía la susodicha para realizar el sorteo. No fue muy original. Una urna con tarjetas con los nombres de todos los asistentes. Luego, alguien seleccionaría una tarjeta con el nombre ganador.

Estudié la situación y armé mi estrategia. El plan era azaroso pero asistido estadísticamente. Primero, consistía en colocar mi nombre la mayor cantidad de veces posibles en la urna. Luego, hacer fuerza con toda mi alma para que la mayor probabilidad de ser elegido haga su tarea.

Puse en marcha la primer parte del plan. Llegada la fecha del evento, me acerqué hasta la oficina de esta piba que no sé ni el nombre. Saludé y hablé de trivialidades mientras buscaba por toda la habitación los implementos para el sorteo.
Sobre un escritorio retirado puede distinguir tarjetas recortadas con la nómina de personal impresas sobre papel común. Las letras eran grandes, en Arial. La falsificación sería fácil. Volví a saludar y salí rápido de la oficina.
Ya en mi habitáculo, armé 10 tarjetas con mi nombre. Idénticas a las originales. Ahora sólo restaba introducirlas en la urna. Pero esa parte del plan se llevaría a cabo por la noche.

Esa noche me puse mi mejor ropa. Tenía que seguir con la estrategia del ganador. Me afeité, me peiné, me acomodé íntegramente. Y salí a enfrentarme frente a frente con el destino y el azar.

Fue fácil agregar mis nombres a la urna, que en realidad resultó ser una bolsa de tela blanca, adornada con arreglos navideños. En un descuido de la piba NN, haciéndome el gil y mirando para todos lados, coloqué los nombres extras dentro de la bolsa y quedé listo para enfrentar a mi suerte, incrementada en 10.

Contrario a lo que pensé, el asunto del sorteo se hizo enseguida comenzada la velada. La piba encargada necesitaba irse temprano por compromisos familiares, adelantando así la definición de mi plan. La suerte está de mi lado, pensé.
La NN y mi chica fueron las responsables de llevar a cabo el ritual. Todo pasó rápido, luego de las explicaciones y aclaraciones pertinentes, la piba del otro sector metió la mano en la bolsa y sacó una tarjeta. Hizo una pausa, leyó la tarjeta y como por reflejo me miró fugazmente. ¡Vamos, carajo! ¡La suerte está de mi lado!

– El ganador es… ­–dijo e hizo una pausa para darle suspenso– ¡Pablo Casas!

Debo aclarar en este punto que ese es mi nombre. Los ojos de mi amor de cabellos lacios se clavaron en los míos y sonrió sutilmente.

Me apresuré a retirar los vales y me acerqué a ella. Estaba envalentonado y, obviamente, debería seguir en ganador. Más ahora, que realmente había ganado.
– Tenías razón. Me trajiste suerte.
– ¿Viste? Te dije.
– Estemm… podemos ir ahora a cenar, si te interesa.
Con mis ojos le dije “dale, vámonos vos y yo, juntos y solos, de acá”. Ella entendió mi mirada, agarró su cartera y nos fuimos discretamente del lugar.

Las estrategias funcionan. Incluso confiar en la suerte puede ser parte de un plan, aunque haya que ayudarla un poco a veces. Y nosotros, los hombres sensibles, hacemos todo lo que hacemos con el único fin de enamorar mujeres de las que ya estamos enamorados nosotros. Todo vale, desde pasar por dolido y sensible hasta rico y ganador, desde hacerse el amigo ideal hasta el indiferente y frío. Esto es una guerra. Hay que ser despiadado, incluso sabiendo que puede haber grandes daños colaterales.

Esa noche lo entendí completamente cuando me desperté sintiendo el calor de su cuerpo al lado del mío y sonreí sabiéndome ganador, hacedor de mi propio destino. Cuando semidormido me tropecé con su cartera que había dejado tirada al entrar y desparramé las tarjetas de la bolsa blanca de tela. Cuando noté que estaba, con letras grandes y en Arial, mi nombre impreso en cada una de ellas.

20 comentarios:

  1. Un buen intento por explicar la metodología masculina. Igual, ni Dolina ni el autor de estas palabras es original. Es sabido que los hombres hacen cualquier cosa por amor. Y , al parecer, las mujeres también.
    Abrazo desenfocado, Capitán! Como siempre muy bueno!

    ResponderEliminar
  2. Muy buen post. Aunque hay algunas "tácticas" que parecieran rozar la ilegalidad del acoso jaja.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  3. Muy buen post. Aunque hay algunas "tácticas" que parecieran rozar la ilegalidad del acoso jaja.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  4. Genial, tan ciertas cada circunstancias que rememore momentos de planear estrategias.... pero lo mejor de todo el relato es que "Pablo Casas" ganó!!!!!

    ResponderEliminar
  5. Los hombres sensibles una raza superior sin duda, muy bueno me gustó ,me recuerda que son los hombres así los que le ponen sal a este asunto jajaja no se cuantos conozco pero todos son geniales , así que tramposo eh? bien en el amor todo se vale jajajajajajamtamnien hay que tener hu.... y si te descubren que haces ?

    ResponderEliminar
  6. como siempre capitan... tengo el sombrero en la mano.. muy buen relato.
    Felicidades

    ResponderEliminar
  7. No usasate en el cuento la estrategia que te pase... lo cual me parece bien, ya que no me dio resultado jejeje... Igual creo que más allá de lo qeu uno planifique, la última palabra la tienen ellas... sino, preguntale a Pablo Casas...!!!

    ResponderEliminar
  8. Tomando la idea de E. Spencer, quién realmente tiene el poder de decisión es la mujer, porque es ella quien permite que la conquisten...

    ResponderEliminar
  9. Increible! Muy buen post! Abrazos!
    Dani

    ResponderEliminar
  10. Una de las mejores estrategias es hacerle creer al otro que tiene que elegir la misma, y así encaminar las tácticas que uno más disfruta.

    ResponderEliminar
  11. Es muy bueno y del todo cierto, hay que ponerse de pie y aplaudir a cada hombre que ha hecho o implementado alguna estrategia para conquistar al amor anhelado, a ese que ha quedado como el "pollerudo" el boludo , el que ha renunciado a noches de ocio con los amigos para conquistar a la dueña de sus sueños.. la verdad es que todos los hombres pasamos por estas cosas, y por mas duros que pretendamos ser, sabemos que tenemos ese hombre sensible que es capaz de salir cuando mas lo necesitamos , para no perder oportunidad con nuestra chica..

    ResponderEliminar
  12. me gustó mucho, sobre todo el final.... era picarona la morocha jajaja

    ResponderEliminar
  13. excelente, confieso haber usado mas de una, son muchas validas depende la situación.

    ResponderEliminar
  14. Y eso es todo lo que van a proponer a la que les va a parir hijos??!!
    Ly

    ResponderEliminar
  15. Muy bueno hombre sensible! Me encantó el post..

    ResponderEliminar
  16. Hace mucho que no me daba una vuelta por acá. Me gustó :) Por fin una historia con final feliz.

    ResponderEliminar
  17. (Con voz de gallego): Oye!que te has tirado a una tía con una mentirilla!joder hombre que fue muy buena!

    PD: Faltó un momento "afloja-paños menores".. el post-fogata en un campamento...nunca falla!

    ResponderEliminar
  18. jajajajajajajajajaa!!!!! Muy buen post!!!
    Ly

    ResponderEliminar
  19. feliz día, estratega romanticón!!! :)
    Ly

    ResponderEliminar