“Se ha dicho que los hombres
hacen todo lo que hacen con el único fin de enamorar mujeres”. Con esta tajante
afirmación comienza la opereta Criolla “Lo que me costó el amor de Laura”, de
Alejandro Dolina (digo esto, obvio, con el sombrero en la mano). Primero,
protesté por la universalidad del inciso, pero meditando un poco en el asunto,
noté que el célebre escritor de Baigorrita no está para nada errado.
Tal vez es necesario aclarar, y
volviendo a citar al gran Alejandro, que cuando decimos hombres nos referimos a
Los Hombres Sensibles. Esa raza de
atorrantes que anda por la vida embarcándose en empresas como el amor eterno,
la amistad lisa y llana, el perdón sin rencor, ganar a la payana y en el fútbol
de los jueves, encontrar a la primera novia del barrio y toda esa clase de
aventuras imposibles. Esos tipos que están dispuestos a morir por esos ojos
negros que acarician al mirar porque saben que la vida vale menos que el amor.
Esos hombres sí, no caben dudas, hacemos todo lo que hacemos con el único fin de
enamorar mujeres.
Algunos han llevado esta premisa
al extremo y se han perfeccionado en el arte del levante, pero no sin antes
haber vivido algunos desencuentros monumentales. Hay técnicas, estrategias,
imposturas, estudios y teorías para convertirse uno en un ser experto del
cortejo. Sin embargo, es solamente a través del ensayo y el error que se puede
conseguir. Es primordial, además, saber que esta profesión no tiene un tope y
que se puede seguir perfeccionado el método de caza tanto con el cervatillo que
escapó corriendo por la pradera como con cada una de las presas desolladas.
Para fundamentar esto que estoy diciendo, realicé una especie
de entrevistas con varios de los Hombres Sensibles que pueblan mis veredas.
Como era de esperarse, las estrategias utilizadas fueron infinitas, desde
clásicas pero efectivas hasta las creativas y quijotescas.
– La que mejor funciona –dijo
uno– es hacerse el amigo. Ojo, es la más arriesgada también, porque en donde se
la crea, ¡fuiste!
– Pero… ¿esto qué implica? ¿Ir de
compras con ella y ayudarle con el estudio? –pregunté, haciéndome el gil, como
si yo nunca hubiese usado esta técnica ancestral.
– Algo así… pero no. Va más allá…
Tenés que estar con ella en todo lo que puedas estar. Atento, para que no se te
escape la oportunidad de saltarle a la yugular.
Atento al entorno, a su estado de ánimo, a todo.
– Esto sirve sólo cuando la
minita tiene novio –intervino otro–, porque te da la chance de estar cerca de
ella y de ir, sutilmente, llenándole la cabeza. Además, cuando el novio se
mande alguna, uno tiene que ser el primero en estar ahí, para ella… –concluyó
esta frase con un tono macabro, con un brillo demoníaco en sus ojos.
– A mí la que me funcionó una vez
fue hacerme el trolo –sentenció un tercero, pero de inmediato fue refutado por
todos los demás, diciéndole que eso sólo pasaba en las películas de Adrián Suar
y que, además, hay puertas que si se cruzan, después no pueden cerrarse.
– Ustedes
piensen lo que quieran –continuó diciendo, entrecerrando los ojos y recordando–
pero yo nunca me voy a olvidar del empeño que ella puso para convencerme de que
era mucho mejor estar con una chica.
Entonces copó la banca el más
mentado en cuestiones galantes. Yo conozco bien sus andanzas y sé que habla
desde la experiencia. Su palabra, en estos asuntos, es palabra santa.
– Todas las estrategias son
buenas y válidas. Lo importante es el tiempo previo, el que dedicás a evaluar
la situación y a decidir cuál de todas vas a usar.
Todos quedamos escuchando,
expectantes. Uno de los pibes prestaba tanta atención que se había olvidado de
cerrar su boca, observando, con asombro. El experto prosiguió con su exposición.
– Las más fáciles de conquistar
son las inseguras, que no saben muy bien qué quieren o cómo lo quieren. A esas,
con un poco de labia, palo y a la bolsa.
Están también las caras. Esas son
las que tienen independencia económica. Tenés que demostrarles que podés
mantenerlas aunque tengas que reventar tu presupuesto. Esta impostura es para
un tiempo corto de conquista. Al menos en mi caso, que nunca tuve la guita
suficiente como para comedores, regalos, salidas, y lo que sea, de lujo. Hacerse
el rico no es para cualquiera. Hay que saber cuándo presumir, donde presumir y
tener la suficiente cancha como para que cuando ella tenga que garpar no
parezca que es porque no tenés, sino que es porque ella es independiente.
A las pendejas, tenés que
entrarles como el más winner del barrio. No hay niña que se resista al ganador.
Se hacen pis encima.
– Cuánta sabiduría junta –dijo el
de la boca abierta.
– De pibe –dijo el que había
usado la estrategia de hacerse el amigo– me acuerdo de haberle hecho la
pasadita a una.
– ¿La pasadita? –preguntaron los
más inexpertos.
– Claro… pasar por la casa de la
piba que te gusta. Conocer sus horarios, esperar para verla salir a hacer
mandados. Yo pasaba una vez caminando, al rato en la bici y así. De las veinte
veces que iba, diecinueve eran al pedo, pero con una vez, alcanzaba para juntar
valor para veinte veces más.
Me hice socio del mismo club al
que iba ella, la perseguía por todos lados, incluso un tiempo la ignoré a propósito
y provocaba encuentros casuales –mientras decía esta palabra hacía con los
dedos como si estuviera poniendo comillas–. Realmente estaba loco por ella.
– ¿Y alguna vez le hablaste?
– Nahhh… nunca me animé. No
importó, en esa época sólo con verla me alcanzaba. Bueno, todavía más de una
vez me alcanza sólo con eso– reflexionó.
Todos hicimos silencio unos
segundos mientras nos acordábamos de esa señorita que solamente pudimos contemplar
de lejos, que a la distancia se adueñó de nuestros más hondos suspiros.
– Una vez –dijo el maestro
sacándonos de nuestro letargo– quise salir con una piba a la que le gustaban
los deportes extremos. No se imaginan lo que fue eso. Íbamos en su moto a todos
lados, a dos mil por hora. Yo soy re cagón para esas cosas. La muy guacha se
mataba de risa de mis miedos, pero yo estaba enamorado. No estaba dispuesto a
dejarla escapar.
¿Sabés qué pasó? –preguntó.
– ¿Qué? – respondimos todos al
unísono.
Una tarde me invitó a hacer Bungee
Jumping.
– ¡No te puedo creer! ¿Y qué
hiciste?
– ¡Y fui! ¿Qué iba a hacer? No podía
recular en eso también.
Fuimos en su moto a los pedos y
yo ya llegué cagado hasta las patas. Ella se saludaba con todos, evidentemente estaba
en su salsa y no era la primera vez que iba a ese lugar. Yo quise copar la
parada y hacerme el superado, pero no me salió. Todos se dieron cuenta que yo
era un neófito en el asunto y no dejaron pasar ni una oportunidad para matarse
de risa.
– “Este salto es uno de los más
chicos… es para principiantes como vos”, me dijo y me guiñó un ojo.
Ese gesto me dio coraje y encaré
para donde estaba el flaco que te colocaba el arnés. Me lo puse rápido, pero le
pedí al pibe que se asegurara de que todo estaba tan firme como debía estar.
Ella me tomó de la mano y me llevó hasta el lugar del salto.
Yo me repetía “no mirés para
abajo, no mirés para abajo” y, ¿qué hice? Miré para abajo. No sé cuántos metros
habrá habido… pero parecía como si fueran veinte mil cuadras.
La miré a los ojos… sonreí. Miré
a todos a la cara, respiré hondo, tomé coraje y… obviamente, me bajé y no salté
ni mierda.
– ¡No te puedo creer! ¿Y qué
hiciste?
– ¿Y qué voy a hacer? Reconocí el
cagazo y me fui con mi chica, que se ocupó de restaurar mi amor propio.
– ¡Qué capo! –dijo el mismo de
hoy, que todavía seguía con la boca semiabierta.
– Ese es el secreto. Saber
sacarle provecho a cada situación desfavorable. No hay plan que valga para eso…
es talento puro –dijo y casi no entraba en su remera.
– A mí la que me funcionó más de
una vez es hacerme amigo de la amiga de la piba que me gustaba –dijo uno que
había permanecido callado hasta el momento. Es la mejor estrategia para acechar
de cerca, y si sos sutil, casi sin levantar sospechas. Suma puntos como loco.
– Es verdad. Uno no se
apelotudiza tanto con la amiga como con la chica que te gusta –aporté desde la
experiencia.
– ¡Exacto! –dijo el que había
tirado la idea– Pero ojo, igual tenés que boludear con la minita que te querés
levantar, porque sino va a pensar que tenés onda con la amiga y ahí sí que
fuiste. Pero tenés que boludear lo justo y necesario, si te pasás de mambo vas
a quedar como un boludo y no es la idea. Lo digo porque me pasó.
– ¿Te la levantaste?
– No, quedé como un boludo.
La carcajada general fue bastante
sonora.
– Una táctica que es casi
infalible –dijo el Sensei del asunto– es hacerse el lastimado por el amor de su
vida. Quiero decir, hay que ser sensible y siempre suspirando como si te
acordaras de algo con cada boludez que ves, hacés o decís. Es jodida de
implementar… pero si sale, todas intentarán curar tu corazón sangrante.
La charla se extendió casi por
toda la noche. De a uno fueron contado sus historias, sus métodos usados, unos
más efectivos que otros, pero, en definitiva, noté que cada paso que daban
cuando estaban enamorados tenía que ver con la manera de conseguir ser
correspondidos. Cuando esta raza de hombres se enamora, todo tiene que ver con
el amor. Todo.
Yo recuerdo una de las primeras
veces que me enamoré. Ella era hermosa, de ojos tiernos y cabello lacio. La
conocí una noche en una cena de fin de año de la oficina. Quedé flechado 0.005
segundos después de ver su rostro por primera vez.
Inmediatamente puse sobre la mesa
todos los conocimientos, técnicas y tácticas aprendidas para conquistarla.
Hablé con ella, conseguí su
Facebook, empecé a visitar más seguido su sector, la esperaba en los pasillos
para forzar encuentros casuales y usé todas las artimañas que conocía para
poder invitarla a salir, pero nunca se daba la oportunidad. 11 meses, 22 días y
6 horas arrastrándome detrás de ella, hasta que al fin la chance se presentó, como
un prodigio del destino.
Entró en mi oficina, sonriente
como siempre. Mi corazón golpeaba contra los botones de mi camisa. Mostrando una
invitación me dijo:
– Imagino que vas a ir a la cena
de despedida…
Asistí con la cabeza, no porque
fuera parco de palabras, sino porque no fui capaz de hilar una oración
coherente.
– Mirá que esta vez los jefes se
jugaron –abrió muy grande sus ojos y yo sentí el Aleluya de Händel como banda
de sonido en mi cabeza–. Van a sortear una cena para dos personas en Baxada
(restaurant muy caro de la ciudad).
– ¿En serio? –interrogué
incrédulo– ¿Qué santo estará de guardia?
– Sí, la verdad… no sé qué bicho
les habrá picado. Pero hay que estar sí o sí para poder participar del sorteo…
– Pero yo si compro un circo, me
crecen los enanos. Tengo menos suerte, mirá…
– Esta vez vas a ganar, vas a ver…
Yo te digo que vayas y yo te voy a dar buena suerte.
Dejó la invitación formal sobre
la mesa, dio media vuelta casi como flotando y su cabello acompañó el
movimiento, sonrió y emprendió el regreso.
Esa era mi oportunidad. Tenía que
aplicar la estrategia de winner, sobrando la situación y juntando coraje y
confianza de los lugares más recónditos de mi cuerpo, le dije:
– Si gano, vos tenés que venir
conmigo.
Se dio vuelta y me miró con sus
ojos grandes. Sostuve la mirada en la oscuridad de sus ojos y ella notó que la
cosa era en serio.
– Si tenés algún compromiso, yo
entiendo….
– No, no… –interrumpió. Pensó un
rato y contestó– Bueno… dale… si ganás, nos vamos juntos a cenar –dijo y salió
sonriente de la oficina.
Canté truco con una sota. Ahora tenía
que ponerme en campaña para ganar esa cena. Averigüé quién sería el encargado
de hacer el sorteo y la investigación no fue esperanzadora. Era una piba del
sector más alejado al mío. Entonces centré mis averiguaciones en la metodología
que emplearía la susodicha para realizar el sorteo. No fue muy original. Una urna
con tarjetas con los nombres de todos los asistentes. Luego, alguien
seleccionaría una tarjeta con el nombre ganador.
Estudié la situación y armé mi
estrategia. El plan era azaroso pero asistido estadísticamente. Primero,
consistía en colocar mi nombre la mayor cantidad de veces posibles en la urna. Luego,
hacer fuerza con toda mi alma para que la mayor probabilidad de ser elegido
haga su tarea.
Puse en marcha la primer parte
del plan. Llegada la fecha del evento, me acerqué hasta la oficina de esta piba
que no sé ni el nombre. Saludé y hablé de trivialidades mientras buscaba por
toda la habitación los implementos para el sorteo.
Sobre un escritorio retirado
puede distinguir tarjetas recortadas con la nómina de personal impresas sobre papel
común. Las letras eran grandes, en Arial. La falsificación sería fácil. Volví a
saludar y salí rápido de la oficina.
Ya en mi habitáculo, armé 10
tarjetas con mi nombre. Idénticas a las originales. Ahora sólo restaba
introducirlas en la urna. Pero esa parte del plan se llevaría a cabo por la
noche.
Esa noche me puse mi mejor ropa. Tenía
que seguir con la estrategia del ganador. Me afeité, me peiné, me acomodé
íntegramente. Y salí a enfrentarme frente a frente con el destino y el azar.
Fue fácil agregar mis nombres a
la urna, que en realidad resultó ser una bolsa de tela blanca, adornada con
arreglos navideños. En un descuido de la piba NN, haciéndome el gil y mirando
para todos lados, coloqué los nombres extras dentro de la bolsa y quedé listo
para enfrentar a mi suerte, incrementada en 10.
Contrario a lo que pensé, el
asunto del sorteo se hizo enseguida comenzada la velada. La piba encargada
necesitaba irse temprano por compromisos familiares, adelantando así la
definición de mi plan. La suerte está de mi lado, pensé.
La NN y mi chica fueron las responsables
de llevar a cabo el ritual. Todo pasó rápido, luego de las explicaciones y
aclaraciones pertinentes, la piba del otro sector metió la mano en la bolsa y
sacó una tarjeta. Hizo una pausa, leyó la tarjeta y como por reflejo me miró
fugazmente. ¡Vamos, carajo! ¡La suerte está de mi lado!
– El ganador es… –dijo e hizo
una pausa para darle suspenso– ¡Pablo Casas!
Debo aclarar en este punto que
ese es mi nombre. Los ojos de mi amor de cabellos lacios se clavaron en los
míos y sonrió sutilmente.
Me apresuré a retirar los vales y
me acerqué a ella. Estaba envalentonado y, obviamente, debería seguir en
ganador. Más ahora, que realmente había ganado.
– Tenías razón. Me trajiste suerte.
– ¿Viste? Te dije.
– Estemm… podemos ir ahora a
cenar, si te interesa.
Con mis ojos le dije “dale, vámonos
vos y yo, juntos y solos, de acá”. Ella entendió mi mirada, agarró su cartera y
nos fuimos discretamente del lugar.
Las estrategias funcionan. Incluso
confiar en la suerte puede ser parte de un plan, aunque haya que ayudarla un poco
a veces. Y nosotros, los hombres sensibles, hacemos todo lo que hacemos con el
único fin de enamorar mujeres de las que ya estamos enamorados nosotros. Todo vale,
desde pasar por dolido y sensible hasta rico y ganador, desde hacerse el amigo
ideal hasta el indiferente y frío. Esto es una guerra. Hay que ser despiadado,
incluso sabiendo que puede haber grandes daños colaterales.
Esa noche lo entendí
completamente cuando me desperté sintiendo el calor de su cuerpo al lado del
mío y sonreí sabiéndome ganador, hacedor de mi propio destino. Cuando semidormido
me tropecé con su cartera que había dejado tirada al entrar y desparramé las
tarjetas de la bolsa blanca de tela. Cuando noté que estaba, con letras grandes
y en Arial, mi nombre impreso en cada una de ellas.
Un buen intento por explicar la metodología masculina. Igual, ni Dolina ni el autor de estas palabras es original. Es sabido que los hombres hacen cualquier cosa por amor. Y , al parecer, las mujeres también.
ResponderEliminarAbrazo desenfocado, Capitán! Como siempre muy bueno!
Muy buen post. Aunque hay algunas "tácticas" que parecieran rozar la ilegalidad del acoso jaja.
ResponderEliminarUn abrazo.
Muy buen post. Aunque hay algunas "tácticas" que parecieran rozar la ilegalidad del acoso jaja.
ResponderEliminarUn abrazo.
Genial, tan ciertas cada circunstancias que rememore momentos de planear estrategias.... pero lo mejor de todo el relato es que "Pablo Casas" ganó!!!!!
ResponderEliminarLos hombres sensibles una raza superior sin duda, muy bueno me gustó ,me recuerda que son los hombres así los que le ponen sal a este asunto jajaja no se cuantos conozco pero todos son geniales , así que tramposo eh? bien en el amor todo se vale jajajajajajamtamnien hay que tener hu.... y si te descubren que haces ?
ResponderEliminarcomo siempre capitan... tengo el sombrero en la mano.. muy buen relato.
ResponderEliminarFelicidades
No usasate en el cuento la estrategia que te pase... lo cual me parece bien, ya que no me dio resultado jejeje... Igual creo que más allá de lo qeu uno planifique, la última palabra la tienen ellas... sino, preguntale a Pablo Casas...!!!
ResponderEliminarTomando la idea de E. Spencer, quién realmente tiene el poder de decisión es la mujer, porque es ella quien permite que la conquisten...
ResponderEliminarIncreible! Muy buen post! Abrazos!
ResponderEliminarDani
Una de las mejores estrategias es hacerle creer al otro que tiene que elegir la misma, y así encaminar las tácticas que uno más disfruta.
ResponderEliminarEs muy bueno y del todo cierto, hay que ponerse de pie y aplaudir a cada hombre que ha hecho o implementado alguna estrategia para conquistar al amor anhelado, a ese que ha quedado como el "pollerudo" el boludo , el que ha renunciado a noches de ocio con los amigos para conquistar a la dueña de sus sueños.. la verdad es que todos los hombres pasamos por estas cosas, y por mas duros que pretendamos ser, sabemos que tenemos ese hombre sensible que es capaz de salir cuando mas lo necesitamos , para no perder oportunidad con nuestra chica..
ResponderEliminar¡Pancho pollerudo!
Eliminarme gustó mucho, sobre todo el final.... era picarona la morocha jajaja
ResponderEliminarexcelente, confieso haber usado mas de una, son muchas validas depende la situación.
ResponderEliminarY eso es todo lo que van a proponer a la que les va a parir hijos??!!
ResponderEliminarLy
Muy bueno hombre sensible! Me encantó el post..
ResponderEliminarHace mucho que no me daba una vuelta por acá. Me gustó :) Por fin una historia con final feliz.
ResponderEliminar(Con voz de gallego): Oye!que te has tirado a una tía con una mentirilla!joder hombre que fue muy buena!
ResponderEliminarPD: Faltó un momento "afloja-paños menores".. el post-fogata en un campamento...nunca falla!
jajajajajajajajajaa!!!!! Muy buen post!!!
ResponderEliminarLy
feliz día, estratega romanticón!!! :)
ResponderEliminarLy